domingo, 1 de mayo de 2011

Elogio del aforismo


Aforismo. Desde su densa etimología nombra a aquello que ha sido de-finido, apartado, delimitado, y cuyos contornos remiten calladamente a un todo experiencial de pertenencia. Recorte significativo respecto de éste al que sobria, breve y elípticamente no deja de remitir. Supone un lector capaz de entrever la visión del todo al que el mismo induce. Y, por parte de su autor, la determinación comunicativa de la intensidad significante de su implicada y tácita referencialidad.
El aforismo acontece en el autor como una suerte de irrupción de un cierto saber que aporta materiales significativos de procesos no siempre explícitos y reflexivos que se fueron consolidando en el magma de su interioridad. Son esos materiales recortes de una visión a la que su propia conciencia se fue abriendo en la certeza de su preñada significatividad vivencial.
Y puede acontecer en el lector una suerte de inducción re-lectora de experiencias similares, suerte de atisbos experimentados respecto de insigths no explicitados.
El aforismo intenta, así, desde la mayor austeridad, el encuentro entre lector y autor respecto de lo para ambos significativo y del contexto experiencial del atisbo, por su luminosidad, de lo no decible.