viernes, 13 de agosto de 2010

Cuando la estrategia es la pobreza. Un pensamiento de Nicolás Maquiavelo

 



Concluyo que los ofendidos no pueden vengarse, 
al ser pobres y estar separados…  
 Nicolás Maquiavelo
 El Príncipe,  III, 5,18.

Frente a la venganza posible de los desposeídos hay una estrategia exitosa para el que desposee: hacer que ellos -los que han sido despojados de sus bienes- permanezcan pobres y divididos. Empobrecer, dividir o, por lo menos, dispersar, es la fórmula que se manifiesta efectiva para mantener el status quo -que el dominador impone- libre de amenazas de venganza y de restitución del orden y de los bienes. A su vez, si se tiene en cuenta que los perjudicados son una mínima parte de cuantos componen un Estado (ibid.), no habrá de resultar dificultosa su aplicación.

Esto ha de hacerse con esos pocos. Los efectos repercutirán en los más, los que no fueron afectados ni en sus personas ni en sus bienes y que, en consecuencia, no teniendo razones para la intranquilidad, no habrán de sentirse inclinados a la revuelta viendo lo acaecido con aquellos pocos.

Esta estrategia pertenece a la grande industria, a la habilidad del colonizador, pero el éxito depende también de la fortuna. Es necesaria la primera, pero no es suficiente. El logro depende de la suficiencia de lo incontrolable, de la suerte. Esto implica que, finalmente, ni la generación planificada de la pobreza ni las estrategias de confrontación entre los desposeídos son suficientes para mantener el status quo y para constituir una ejemplaridad disuasiva. Podrá hacerse todo esto y resultar inútil a los fines del príncipe colonizador. También queda implícito que los desposeídos pueden mantener viva su esperanza y huir de la resignación. No necesariamente la fortuna ha de serles siempre adversa. Y si fueron colonizados por fortuna e grande industria, también podrán liberarse si, en la espera de la fortuna, desarrollan su propia estrategia de liberación.

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La pobreza es una bienaventuranza tan sólo en el Reino de los Cielos. Para el príncipe descripto por Maquiavelo es un recurso estratégico -imprescindible- de dominación. Sin embargo, no suficiente. La suficiencia no está en sus manos, sino en las de la fortuna. De ella depende la dádiva que, paradójicamente, hace de todo príncipe un mendigo.

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Desposeer a pocos. Tan sólo lo necesario. La desposesión es un procedimiento que habrá de realizarse a la perfección, en su justa medida. ¿Un mal necesario o una herramienta de precisión? ¿Un escrúpulo técnico o un dejo de escrúpulo moral? Estas dudas pueden permanecer abiertas a la discusión en una obra del siglo XVI. Hoy los despojos son burdamente masivos y las estrategias de empobrecimiento y dispersión obscenas en su incontinencia. Todo ello inimaginable para el canciller florentino. Y no desde la moralidad (o quizás también) sino desde la virtù y la industria.

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Empobrecimiento y dispersión. Una clave para que hoy los pueblos conozcan a sus príncipes y diluciden el nuevo orden.

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