sábado, 31 de julio de 2010

No la fe, sino la creencia.


No fue la fe de Julio II lo que impulsó a Miguel Ángel a crear el Moisés. Lo fue su creencia. La fe le hubiera impedido el fausto de su sepultura. No así la creencia en su gloria póstuma.
Por la fe es posible caminar sobre las aguas y mover montañas. Pero los hombres prefieren obras acordes no ya a su fe, sino a sus creencias. Mientras, la historia atesora enigmas. Como el de la belleza del Moisés y el de esa creencia en el corazón de un papa.

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