miércoles, 12 de mayo de 2010

De sed muere la fuente


Nadie jamás entró
en sus nocturnas entrañas,
ni penetró los líquidos
laberintos del vientre
ancestral que a ella hizo,
de agua viva, manantial.

La fuente sabe
de cántaros sedientos.
Nadie que de ella abreva
dejará su osamenta
en los ardores
del arenal.

Su crepúsculo es lento.
De sequedad
en sequedad,
implacable la absorbe
el arenal.

De sed,
de sed se muere
la fuente
en lento atardecer.

martes, 11 de mayo de 2010

William Blake To God

If you have form'd a Circle to go into,
Go into it yourself, & see how you would do.
WILLIAM BLAKE


    Dos versos que el poeta dedica a su dios. O a su demonio. Es cierto que el título es "To God", pero no es de fiar. Blake se dirige a él como a un dios muy especial, mentiroso y pesadillesco, con quien tiene una cierta familiaridad y a quien ha desenmascarado en su intento de dañarlo. Un dios o un demonio de la mentira. Que traza un apresurado y burdo círculo e invita al poeta a entrar en él. También el círculo, así trazado y propuesto, es muy especial, mentiroso y pesadillezco. El que acepta la invitación a entrar en él podrá hacerlo, y fácilmente. Se le dará el poder de romper el límite que lo circunda. Podrá hacer este milagro de tornar, por un átimo, inexistente el límite. Pero no podrá prever que, una vez dentro, se le impondrá la imposibilidad de nuevamente romperlo. Ese círculo es, en realidad, una celada.
    El poeta es sagaz o, si se quiere, sabio -toda sabiduría quizás no sea más que sagacidad última frente a lo significativo del existir-. Devuelve, entonces, la invitación. Le cede el paso a su dios -o a su demonio- para que entre en ese círculo y, desde el encierro experimentado, vea qué le es posible hacer. Lo desafía a la creatividad extrema, a crear no de la nada sino de lo imposible. Ese dios o ese demonio tendrá que reconocer lo que ya sabe e intenta para el poeta: que desde allí ninguna creatividad es esperable. Que nada lo es, e infinitamente menos lo es para el vate.
    Ese dios de la trampa, del encierro infecundo, tiene otros nombres que no le puso William Blake. Quizás sean ellos Poder, Dinero, Fama (y, muchas veces, también Palabra y Sueño). Son los nombres del círculo idolátrico del fuera de sí al que induce entrar el dios o el demonio de William Blake. Círculo -que como todos los del infierno- es negación de identidad e inhabitación de sí, negación de límites propios, de contención del caos y de desintegración; es decir, de las condiciones de toda creatividad.
    En ese horizonte en el que se entremezclan los nombres y las realidades, el círculo que esas palabras nombran es aquél en el que el hombre entra cuando opta por alejar de sí, por dejar fuera de sí, su propia humanidad. Se trata del extrañamiento generado por la propia autodeificación y la necia ignorancia de toda alteridad. Círculo de fácil acceso y de impredecible y desconocida salida cuando sus límites llegaron a ser psicóticamente trazados. En él queda encerrado, junto con la insania y la necedad, la imposibilidad de ser y de crear. Si hubiera dudas respecto de ello, sería suficiente prueba la riesgosa experiencia de ese encierro aceptando el desafío que William Blake le dirigiera a su dios o demonio: "& see how you would do".
    Quizás en ese endiosamiento muchos hombres proyecten la desesperanza nacida de ese otro encierro que falsamente habrían imaginado ineluctable: el de ese círculo que para ellos trazó la historia de sus propios orígenes y la de la tribu que los amamantó.