domingo, 8 de agosto de 2010

Fue allí en Samaría

 

Ni huella de mis pisadas.
Ni eco de mis palabras.

Muy largo fue el camino.
Junto a la fuente
me pregunté
qué sed era mi sed
si ya no había labios
que sorbieran,
ni manos que al cántaro
sujetaran.

Fue allí en Samaría
que levanté mi tienda
en soledad de sed
y de palabra.

Sólo me envuelve
el silencio abismal de Elí
habitando su tienda.

Voy a Jerusalén
sin dejar huellas
mis pisadas,
sin dejar ecos mis palabras.

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