Entre número y número hay infinitos universos. En las hendiduras de la sucesión de lo discreto hay abismos insondables.
Que esto así sea no es locura. Ni extravagante, pensarlo,
Nadie ha penetrado la hendidura que -en realidad, no en la abstracción de los matemáticos- separa el cinco del cuatro, a éste del tres, al uno del cero.
Cada hendidura marca la infinita diferencia entre lo creado y lo creable. El "+1" la simboliza, aunque inadecuadamente. En realidad todo "+1" es "+ infinito". Sólo Dios -o lo que esta palabra vanamente intenta aferrar- puede crear el 5 después del cuatro, éste después de 3, el 1 después del cero. Y, al igual que el 1 después del 0, todo lo nuevo respecto de lo anterior.
Que esto así sea no es locura. Ni extravagante, pensarlo,
Nadie ha penetrado la hendidura que -en realidad, no en la abstracción de los matemáticos- separa el cinco del cuatro, a éste del tres, al uno del cero.
Cada hendidura marca la infinita diferencia entre lo creado y lo creable. El "+1" la simboliza, aunque inadecuadamente. En realidad todo "+1" es "+ infinito". Sólo Dios -o lo que esta palabra vanamente intenta aferrar- puede crear el 5 después del cuatro, éste después de 3, el 1 después del cero. Y, al igual que el 1 después del 0, todo lo nuevo respecto de lo anterior.
Cuando el hombre cuenta, salta abismos. Difícilmente advierte que es, en las hendiduras que la sucesión sensorial de lo discreto soslaya, donde eternamente la creación trabaja y se le oculta.
¿De qué se trata en todo esto? De la simpleza de que no se puede sumar una manzana a otra sin pasar de la nada de ésta a su realidad. Y de que en la conciencia de este pasaje y de esta infinita hendidura estriba la diferencia que abismalmente separa al sabio del que carece de sabiduría.
Esta parece ser la enseñanza de lo obvio: que no es el contar lo que cuenta, sino la hendidura.
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